El acceso a la parcela se realiza a través de un ámbito exterior, salpicado de árboles de hoja perenne, que mantendrán la sombra, el frescor y cierto misterio.
Al entrar en la vivienda accedemos a un espacio principal para estar, comer, cocinar, leer y compartir. Este espacio se tensa gracias a los dos patios opuestos que lo iluminan desde sus extremos, a través de las celosías de ladrillo y las contraventanas de iroko.
Cuando pasamos a la zona de uso más íntimo, encontramos las estancias para el descanso, el estudio y la enseñanza musical, que se entretejen con pequeños patios verdes, de modo que cada espacio tiene su carácter y la necesaria distancia física entre ellos. El muro de celosía de ladrillo recoge un patio-porche-jardín-piscina que integrará la actividad principal de la familia al exterior.
La intensidad del hormigón visto, y la dulzura de la tatajuba y el iroko, se suman a la vibración de la vegetación de los patios y el jardín, en un espacio en que la música siempre está presente, mientras que al exterior nada modifica las rutinas de la calle.